Si hay algo que me apasionó desde que las vueltas de la vida
y el obrar de Dios, me llevó a confesar la fe cristiana evangélica, fue
investigar para conocer de dónde
venía esa teología que hablaba de la
gracia y de la importancia de la Biblia. Y así un día hace 16 años leí por primera vez de Martín Lutero,
luego hice el esfuerzo “sobrehumano” de
leer “La institución de la fe cristiana” de Juan Calvino, por mera casualidad
un día en una venta de libros usados compré “Madre Coraje y sus hijos” de Bertolt Brecht y me dio una
otra perspectiva de la Reforma (lo
concerniente a su impacto en lo político, económico y social), luego llegaron a
mis manos los lúcidos escritos de don Juan
Stam sobre el tema, y así conocí de
Thomas Müntzer, su reforma radical y su pastoral con los pobres y campesinos de
la época.
La Reforma de la Iglesia, no surgió de manera espontánea, antes de Lutero, se registran
algunos intentos como los realizados por Pedro Valdo, Francisco de Asis, John
Wyclif, Juan Huss y sin duda que ha de haber muchos otros hombres y mujeres que
a través de la historia, tanto antes como después del 1517, que conociendo su
realidad y contrastando desde el evangelio el papel de la iglesia en cada uno
de sus contextos han realizado aportes teológicos y prácticos para reformar la
iglesia.
Con esto no quiero desmeritar el aporte de Lutero, sino que
más bien resaltar que cada cristiano en su época tiene la responsabilidad
histórica de plantearse preguntas, hacerse cargo de su realidad, usar el
pensamiento crítico, ir a la Palabra para contrastar todo y entonces hacer una práxis que de paso a más
reformas, tal como lo sucedido con la Teología de la Misión Integral durante
las últimas décadas del siglo pasado, que ha sabido responder desde el contexto
latinoamericano a las realidades de injusticia, violencia, opresión y
corrupción.
Martín Lutero, con sus 95 tesis plantó cara a una realidad
eclesial alejada del evangelio, pero no lo hizo
con una simple crítica o contando una historia a medias, algo muy de moda en nuestro país y
en el mundo entero, propagado por redes sociales; Martín Lutero lo hizo desde
la reflexión y observación seria, debatiendo con ideas claras y sencillas pero
con de contenido profundo. Siempre me
llamó la atención que cuando un reformado llegaba a una ciudad, las personas se
reunían en las plazas para escuchar el mensaje esperanzador del evangelio que
nunca habían escuchado con tanta claridad, ciudades y Estados enteros se
convertían y era notable la transformación e impacto social de dicho acto; en la actualidad de manera periódica se
realizan eventos multitudinarios, se llenan plazas, estadios, se predica por
televisión, radio y redes sociales, sin embargo al terminar las personas, la
ciudad, el país continúan iguales.
Algo estamos haciendo mal, quizá los objetivos actuales
están más orientados a los esfuerzos congregacionales o denominacionales por
demostrar quién tiene la feligresía más grande o para hacer llegar más personas
a sus templos. Los Reformadores en tanto, tenían cómo herramienta el
debate teológico serio y cómo objetivo
el llevar un evangelio que en lugar de oprimir, liberaba y transformaba.
Olber Martínez
Secretario General
MUC El Salvador
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